ENTREVISTANDO A JUAN DIEGO BOTTO
Hablamos con Juan Diego Botto acerca de su nuevo libro, un homenaje a todos esos «Invisibles» que habitan en nuestra sociedad y gritan en silencio sin que nadie los escuche.
En el libro podemos encontrar textos de sus montajes teatrales «El privilegio de ser perro» y de «Un trozo invisible de este mundo» con añadidos suyos de experiencias propias y otras sorpresas.
Juan Diego expresa sentimiento y sufrimiento con cada una de sus palabras, y lo intensifica con su mirada, además de ser firme y hablar con seguridad acerca de todas estas personas que les ha tocado vivir una vida llena de injusticias e incluso de la crisis, del teatro y de otros temas de actualidad.
Nos contó que se decidió a escribir el libro por dos razones. Una era el sentimiento de rabia e injusticia que sintió junto a toda su familia cuando su tío le llamó desde Buenos Aires para contarle que se iba a realizar un juicio sobre la Escuela Mecánica de la Armada, centro de torturas en Buenos Aires durante la última dictadura, y que ahí iba a estar incluído el caso de su padre, y por otra parte su asistencia junto a un amigo suyo que trabaja para una Ong con imigrantes al funeral de Samba Martínez, una mujer que murió en el CIE de Aluche tras ser ignorada, ya que aunque la intentaron curar con cremas y pomadas, la mujer tenía SIDA y nadie se había percatado, y murió por un hongo que le perforó el cerebro, una historia conmovedora sin duda que necesitaba ser contada.
Así que con ayuda de un editor, publicó sus textos y un largo prólogo que formaron el resultado final de «Invisibles». Nos cuenta que uno de los «premios» que consiguió su obra de teatro «Un trozo invisible de este mundo» fue hacer más conocida la historia de Samba y llevarla incluso a la portada de El País, con la que se pudo hacer más eco de su triste historia, aunque algunos periodistas ya se habían encargado de este tema, como Mónica Ceberio o Claudia Cubiero, que también asistió al funeral.
Confiesa que todo le salió bastante fluido, pero que un poco más de tiempo le habría venido bien, y que aunque nunca había escrito anteriormente un libro, pudo mostrar su opinión y la elaboración de los monólogos en el libro.
También cuenta que se siente muy afortunado al poder vivir de su vocación, y que por ello mismo no se podría cosiderar un invisible de la sociedad, pero si que se mantiene muy cercano a la sensación y la experiencia, ya que es un hijo del exilio, y ha vivido muy cerca la experiencia que pasó su familia en los primeros años en los que llegaron a España, y dos de sus monólogos se aproximan al exilio, uno es el caso de Turquito, un caso ficticio pero que bien podría ser realidad, ya que es el caso de un delator que sale de la Escuela Mecánica de la Armada para delatar a la gente. Luego otro tema más alejado del libro pero que siempre está presente, es el del amor, ese amor «revolucionario que te lleva a cometer los actos de mayor dignidad, que recupera una integridad que te es arrebatada cuando te torturan».
No oculta que hay experiencias personales, pero estas mismas están suavizadas y maquilladas un poco respecto a la verdadera realidad.
No faltó enunciar a Argentina, de la que Botto opina que tras el inicio de todos los juicios hacia los responsables de la dictadura e sun gran comienzo, que siempre se podrá aumentar y que podría hacerse mucho más, pero que en un principio, «es la punta del alza de como tratar una transición de una dictadura a una democracia».
El teatro no podía faltar, y para él, el objetivo de cualquier función no puede cumplirse si aburre o no conmueve, divierte o emociona. Para él, el teatro si que tiene futuro y podría ser el comienzo de un cambio, ya que su arma es la palabra, y mediante esa palabra, podría generarse una reflexión general y ser un comienzo para un cambio, ya que nadie individualmente podría conseguirlo.
Para finalizar, sentenció que detrás de cada cifra que escuchamos y sentimos, se esconden seres humanos y familias con unos sueños que se rompen, y que detrás de una simple cifra, se esconde una realidad sangrante, esa realidad que ha formado a los «Invisibles» y que sigue desaparecida.
Esther Esteban, Madrid